domingo, 8 de febrero de 2009

La choza del cojo

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El viernes 28 de Julio del 2006, como indicaba EL DIARIO CÓRDOBA, se derribó esta simpática “choza” que muchos alumnos recordarán de aquellos tiempos, bien porque alguna vez “entraron” a pasar un rato, o bien solamente de verla desde el autobús.


Esta “estancia”, inicialmente una venta de arrieros, se ubicaba en una zona próxima a la Cerca de Lagartijo. Era una pequeña construcción rodeada por un arroyuelo que, sólo en épocas de lluvia, bajaba hasta el llano bordeando la Huerta de los Lirios. En esa zona abundaba la anea reseca, cerca de una pequeña alameda. Por Navidad, muchos chavales subíamos a la cantera próxima a por barro (greda) para hacer pastores.

A este enclave de la Choza del cojo también fuimos muchas veces los jóvenes de Córdoba a disfrutar de sus llanos para jugar al fútbol. Allí vimos cómo un chiquillo llamado Miguel Reina jugaba de portero en aquellas porterías hechas con las piedras más grandes del campo. Por cierto, que este chiquillo, antes de jugar en el Córdoba, Barcelona y Atlético de Madrid fue bastantes veces a enfrentarse con el equipo Juvenil de la Universidad.

Al atardecer y cuando los pájaros se refugiaban en los árboles, y el sol se escondía por las “Electromecánicas”, se despertaba de su letargo la Choza del Cojo…

Según dice Alfonso Gómez en su libro sobre la Córdoba golfa, la Choza del Cojo tenía solera: no era una venta cualquiera. Abandonada desde hace años, y en estado ruinoso, se sabe de su existencia al menos desde el año 1862. Cuentan las crónicas que en ese año, con ocasión de la primera visita a Córdoba de la reina Isabel II, el domingo 14 de Septiembre, las autoridades locales recibieron en una lujosa tienda instalada para la ocasión a tan egregio personaje junto a la Choza del Cojo. También, y con el nombre de Cueva del Cojo, es citada por Pío Baroja en su libro de “la feria de los discretos”.
Su último servicio fue como whisquería; con anterioridad fue venta de carretera, taberna y mancebía. En suma, un lugar muy pintoresco y entrañable para muchos cordobeses que, entre sus paredes, pasaron ratos de agradable evasión con los amigos o junto a una buena moza, saboreando unas botellitas de Montilla o Moriles y degustando un hermoso pollo de campo con sus patatitas fritas. Era lo que se llamaba echar una canita al aire. Algo muy sano y recomendable.


Me contaba el otro día el Sr. González Sastre, (Zamora), profesor de automovilismo, que un día, cuando venían algunos profesores solteros para recogerse a la Universidad. creyeron haber “perdido” en el camino a varios de ellos (San José y Efrén). Así que dieron marcha atrás unos cuantos y, cómo no, se los encontraron en buena “armonía” en la Choza del Cojo. Al parecer, cuando estaban jóvenes, era muy normal que los fines de semana echaran su “canita al aire” para quitarse la mala presión en aquella simpática choza.

Todavía se recuerda en ambientes verbeneros el “alboroto” que se formó cierto día del mes de Junio (1964), en la verbena de Cañero, en un solar junto a la gasolinera. Este hecho me lo relató, quiero recordar, el compañero, Juan Jesús Navarro Moreno (que, por cierto, se recupera favorablemente en Sevilla de un reciente Infarto de Miocardio). “Allí, en aquella verbena, coincidieron un grupo de alumnos de Capacitación Social, al parecer de Baracaldo y Reinosa, y cuando serían las diez de la noche llegaron “cargaditos” de su recorrido por Colón, Santa Marina y San Lorenzo. El vino de la tierra les gustaba bastante, pero no estaban acostumbrados a digerirlo, ya que lo bebían muy deprisa.



En aquella verbena, como era natural en Córdoba, acudían todas las jóvenes que se creían capaces de ofrecer algo distinto. Allí se pudo ver a la “Amparo”, la “Mari-Carmen”, la “Cloti”, la “Chupi”, la “Margot”, etc. Mujeres todas, que las que vivan hoy, contarán más de 76 años, pero que en aquellos tiempos eran “iconos” de sus barrios, tanto para chicos como para mayores. Los “amigos” de Baracaldo, después de sus románticas “canciones a coro”, pronto se percataron de la “alegrías” que estas hembras suponían para su aislamiento y lejanía, y por ello se lió la marimorena. Hubo botellas que se blandieron en plan de arma arrojadiza para “salvar” el honor de alguna dama que pudiera ser más o menos molestada.

Felizmente no pasó nada, porque por allí andaban Los Porras y compañía que, estando totalmente sobrios, decidieron resolver problemas más que plantearlos. Testigos de aquel episodio verbenero fueron varios jóvenes profesores de la Universidad Laboral, capitaneados por el Sr. Casillas. Incluso había hasta un médico. Este pequeño “claustro” de profesores, lo primero que hizo fue intentar “proteger” a “Mari Carmen” que era la simpática pelirroja que conocían de la Universidad. En honor a la verdad, el escote, la mirada de esta mujer y su forma cadenciosa de bailar, dibujaban unos fotogramas un tanto atrevidos y enigmáticos que junto, a los efluvios del Montilla y Moriles, volvieron locos a algunos de los amigos del norte”.

Los alumnos de Capacitación Social solían ser hombres ya hechos y derechos, que los fines de semana salían a estirar las piernas y a dar rienda suelta a todas sus ocurrencias. Por ello, ocasionaron algún que otro problemilla, en verbenas, bailes y bares de Córdoba.

M. Estévez

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